A pocos metros de la carretera que se dirige al Monasterio de San Victorián, bajo cuya mirada ha vivido siempre, aparece La Muera.
Esta pequeña población posee el encanto singular de las cosas sencillas. Dos grandes casas, adustas y sólidas, elevan orgullosas sus muros de piedra caliza.
El pequeño oratorio de Santa Catalina, cubierto con bóveda de cañón, los pajares y eras y la antigua herrería, completan el conjunto.
Las vistas, espectaculares, permiten al visitante contemplar uno de los parajes más amplios y sobrecogedores de la comarca. La proximidad de La Peña Montañesa y la amplitud del paisaje confluyen para convertir a La Muera en un pequeño paraíso por descubrir.
Textos: Pirinei